Una de las liturgias más características de este país es la compra del árbol de navidad, el que todos instalamos dentro de casa. Aquí no se acostumbra a tener árboles artificiales. Uno va a su proveedor local o a un Home Depot y compra un abeto natural. Los hay de varios tamaños, para todo tipo de casas. Nosotros siempre compramos la variedad de abeto azul, por el aspecto tan magnífico que tiene cuando se abren sus ramas y el agradable aroma que desprende en casa.
En mi barrio, los vecinos acostumbran a intercambiar regalos, además de felicitaciones de Navidad. De entre los regalos que recibimos todas las Navidades, dos de los que más aprecio son los que provienen de los Brown (Joy y George) y los Fry (Martha y Joe). Los Brown nos regalan siempre la decoración navideña de la Sociedad Histórica de la Casa Blanca. El motivo de dicha decoración es elegido personalmente por el actual inquilino de la Casa Blanca, y siempre hace referencia a alguna tradición navideña de un presidente que lo haya precedido.
Por su parte, los Fry nos regalan la decoración oficial que emiten el Senado o el Congreso, ya que Martha es guía voluntaria en el Capitolio. El año pasado nos regaló la decoración oficial del Senado, con el escudo de dicha cámara sobre un fondo granate idéntico al color que tenían los asientos de sus señorías en el primer Senado de la República.
Nosotros acostumbramos siempre a viajar por estas fechas y allá por donde pasamos siempre compramos decoraciones tradicionales, una para nosotros y otra para nuestros vecinos más queridos. El abeto azul de casa, además de las tradicionales bolas de navidad, ya cuenta con decoraciones adquiridas en la estatua de La Libertad de Nueva York, en la ciudad histórica de Williamsburg en Virginia, en la Represa Hoover cerca de Las Vegas, en el Gran Cañón del Colorado, en la mítica Ruta 66 a su paso por Arizona, en el Convento de Ephrata o en la patria chica de los Amish del condado de Lancaster, en Pensilvania.
De entre todas las decoraciones que tenemos en nuestro árbol, a mi hay una que me fascina. Es una que adquirimos en 2012 a una escuela de Winchester, en Virginia, que tiene una reproducción de una obra del pintor por excelencia de la Guerra Civil americana, Mort Kunstler. Este artista cedió los derechos de reproducción de su pintura titulada "My friend the Enemy" a una escuela virginiana el año en que se celebraba el 150 aniversario del inicio de la contienda civil. En dicha obra se puede ver un soldado yanqui fumando en pipa tabaco del sur, al lado de un confederado bebiendo café del norte, en un intercambio amistoso en el crudo invierno de 1862.
Este año viajamos a Memphis, en Tennessee. Nuestro destino es Graceland, la casa del Rey del Rock & Roll. Al año que viene, en este mismo blog, hablaré de la que probablemente será la decoración más kitsch de nuestro árbol de Navidad....