Monday, May 23, 2016

A magic day in New York

La Sociedad Hispánica de América fue fundada como museo y biblioteca de investigación en 1904 por el estudioso y filántropo Archer Milton Huntington (1870-1955). Durante la última centuria, la Sociedad Hispánica ha promocionado el estudio de las ricas tradiciones culturales y artísticas de España y Portugal, y de sus áreas de influencia en las Américas y otros continentes. Su museo y biblioteca constituyen la colección de arte y literatura hispánica más extensa fuera de España e Hispanoamérica. 

Dicha Sociedad está ubicada en la ciudad de Nueva York y para mi es una de las joyas ocultas de Manhattan. 

No queda cerca de los lugares tradicionales de visita de esta megalópolis. Hay que tomar la línea roja del metro e irse muy al norte de Manhattan, concretamente hasta la Calle 155. Pero os prometo que el viaje merece la pena. 

Qué hay de especial en la Hispanic Society of America?

Pues depende de los gustos y preferencias de cada uno. 

Yo me quedo con tres joyas:

1. La colección de monumentales pinturas de Sorolla titulada "Visión de España". 
Se trata de un magnífico ciclorama de catorce lienzos dedicados a las regiones de España, pintados por el artista entre 1911 y 1919, que presenta al espectador los diferentes trajes y culturas regionales. El tamaño descomunal de los lienzos, y verlos todos juntos en esa magnífica sala es sobrecogedor. A mi me desbordó el alma ver tanta belleza junta. Esta visión, la Quinta Sinfonía de Mahler, y tres o cuatro cosas más me las llevo a la Eternidad, donde quiera que esté y cuando quiera que llegue. 

Vista panorámica de la Sala Sorolla

De izquierda a Derecha: Castilla, Navarra, Aragón y Cataluña.

La Jota (Aragón) con un paisano feliz al frente, y los Pirineos al fondo. 
La de años que soñé con ver estas ansotanas emigradas a Manhattan...


 Detalle de Castilla, con Navacerrada al fondo, nevada.


 2. El Mapa original de 1526 de Juan Vespucio, sobrino de Américo, en piel (vellum).
Este histórico mapa está en la biblioteca, a la cual puedes acceder de dos formas: Con un carnet de investigador o...cayéndole simpático al portero hindú del edificio. Yo me decanté, sin darme cuenta, por la segunda opción. La verdad es que no tenía ni idea que allí tenían ese mapa. Cuando llegué, le pregunté por la sala Sorolla, y el tipo casi me mata de un susto cuando me dice que lamentablemente la sala está vacía porque han cedido temporalmente las pinturas para una exposición en otro museo. En cuanto me vió que me cambiada la tez, se apresuró a decir: "just kidding!". En ese momento le confesé que casi me había matado de un ataque al corazón, y que para mí era un sueño poder ver esas pinturas en el lugar para el que fueron pintadas. Al concluir la visita del museo, este simpatico hindú me indicó que en ese momento había un investigador en la biblioteca acompañado del bibliotecario, y me ofreció entrada franca a ese santuario de lectura. Una vez dentro, el bibliotecario levantó la cortina de tela que protegía el mapa histórico de los rayos de luz que entraban por la claraboya del techo...en fín, que no sé si estuve más cerca del ataque al corazón cuando el hindú me vaciló o cuando ví ese mapa delante mío...


3. El retrato del Duque de Alba.
Ni idea de quien es. No recuerdo al autor. Lo único que sé es que este cuadro está en la portada de la biografía del Duque de Alba del hispanista británico Henry Kamen, que hace poco desempolvé de mi biblioteca para que mi hijo mayor lo devorara en...horas?




Hay muchas más joyas: pintura, cerámica, escultura, mosaicos y estatuas romanas, más de 600,000 libros, manuscritos, documentos y cartas desde el siglo X hasta la actualidad. Y el magnífico edificio que alberga todo ello, también un diamante en sí mismo. 




Y tras esta visita, que hice con mi amigo del colegio y de la universidad, Josemi, nos escapamos al puerto de donde salen los ferrys hacia la estatua de La Libertad y la Isla de Ellis. Allí encontramos un restaurante a la orilla del río Hudson, donde disfrutamos en una mesa al aire libre, de una excelente comida (salmón en mi caso) y una mejor sobremesa, siempre a la vista de la famosa estatua. 

Día absolutamente mágico en Nueva York.



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