Sunday, January 8, 2017

Palliser Novels

Cuenta la Baronesa Margaret Thatcher (1925-2013) en el primer volumen de sus Memorias (The Downing Street years; 1993) que el Conde de Stockton, Harold Macmillan (1894-1986), Primer Ministro británico desde 1957 a 1963, durante un encuentro con jóvenes Miembros del Parlamento (entre ellos, ella), recomendó a todos aquellos que llegasen a Primer Ministro la lectura de Disraeli y Trollope, para combatir el aburrimiento de un cargo que no tenía asignado ningún departamento del gobierno en especial. En su autobiografía Lady Thatcher nos confiesa que siempre pensó que Macmillan bromeaba, no en cuanto a la capacidad literaria de ambos autores victorianos sino en lo que respecta a la existencia de horas muertas en el desempeño del principal cargo de responsabilidad política del reino. 

Hoy quiero rendir un primer y pequeño tributo a uno de esos dos literatos de la época victoriana, contemporáneo de escritores de la talla de Charles Dickens o Jane Austen: Anthony Trollope (1815-1882). Si bien admito que las obras de Dickens siempre me acompañan entre mis lecturas de verano, he de confesar que siempre hay una de Trollope en mi mesa de lectura durante el resto de las estaciones del año. Aunque Trollope hoy es menos conocido que varios de sus escritores contemporáneos, su calidad está fuera de duda. No en vano, su nombre se encuentra inscrito en el memorial que hay en el Poets´Corner de Westminster Abbey, donde solo los más grandes escritores británicos tienen mención. 

Trollope fue un autor prolífico. Sus novelas se cuentan por decenas. Y para todo apasionado por la época victoriana no hay mejor relator. En este post quiero referirme a un conjunto de sus novelas que para mí son el pináculo de la literatura de aquella época. Me refiero a las denominadas Novelas Palliser. Llevan dicho nombre porque, aunque refieren historias de diversos personajes de la gran era del Progreso Victoriano de las décadas de los 1860 y 1870, hay un personaje que aparece en todas ellas, aunque no siempre en primer plano: Plantagenet Palliser, Duque de Omnium, Canciller del Exchequer (equivalente a un Ministro de Hacienda), y subsecuente Primer Ministro y Miembro de la Cámara de los Lores. 

Los títulos de las seis novelas son: Can you forgive her? (1865), Phineas Finn (1869), The Eustace Diamonds (1873), Phineas Redux (1874), The Prime Minister (1876) y The Duke´s Children (1880). Se trata de novelas caracterizadas como de Vida Parlamentaria, donde se describen las costumbres sociales de la época victoriana y las grandes batallas políticas entre Liberales y Conservadores en torno a los principales temas de aquel periodo imperial, tales como la emancipación, Irlanda, la relación Iglesia-Estado, los asuntos internacionales, el colonialismo y el comercio. Aunque el centro geográfico de interés de las novelas son los corredores del poder en Westminster, la obra extiende su influjo al norte de Inglaterra, Escocia y Europa. A todo aquel que haya disfrutado con la serie Downton Abbey le fascinará su lectura. Es más, estoy seguro de que los guionistas de dicha serie se inspiraron en más de una ocasión en las letras de Trollope.


Concluyo con una pequeña nota de precaución. Trollope no es para cualquiera. A su lectura hay que llegar habiendo trabajado el intelecto a nivel político y literario durante años. Disculpad esta arrogancia pero es que es así: hace unos años le regalé una de las novelas Palliser (Phineas Finn) a una persona muy vinculada a Irlanda y con un perfil a priori apto para encajar con este autor y nunca me la volvió a mencionar... 


Para disfrutar a Trollope, además de tener cerca un diccionario (si uno lo lee en inglés), te tiene que entusiasmar la política, especialmente el parlamentarismo, y su génesis en la meca política que fue la Inglaterra en tiempos de la Reina Victoria, así como disfrutar de las historias de las grandes familias aristocráticas y de la baja nobleza rural de dicho país. También hay que sentir curiosidad por los detalles de tradiciones como la caza del zorro, la del ciervo en las tierras altas de Escocia, las grandes fiestas en sociedad y las carreras de caballos. Y, sobre todo, tener un espíritu proclive a grandes dosis de romanticismo decimonónico. 





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